domingo, 22 de abril de 2012


Toda la vida me trajo hasta acá.

Tal vez porque mi mamá me tarareaba las canciones cuando yo era un bebé fue que ellas se fueron impregnando en mi mente.

O cuando con 7 u 8 años más o menos me encontré con Anthology, ese genial disco doble lleno de fotos de los inicios de la banda, con muchas canciones un poco difíciles de escuchar a esa edad.

O fue cuando con 9 años mi examen para pasar Música en el colegio consistió en tocar Yellow Submarine con la flauta.

O en esa adolescencia que, volcado a escuchar estilos diferentes y bandas diferentes, los dejé un poco de lado. Aunque ellos nunca me dejaron de lado a mí. Porque si no hubiesen existido, la mayoría de las bandas que me gustan tampoco habrían existido.

O habrá sido cuando queriendo volver a las raíces de toda esa música, me muní de toda su discografía, volviendo a escuchar sus increíbles canciones, conociendo otras. Acomodando cada una de ellas en mi memoria, en un sector del cerebro donde nunca van a desaparecer.

Recuerdo la desazón emocional cuando uno de esos mágicos músicos tocó en Argentina hace un tiempo y yo no pude ir. Pensar que nunca más tendría la oportunidad de disfrutar esas canciones que marcaron mi vida en vivo, interpretadas por uno de ellos.

Pero al final de todo, ahí estaba él. Feliz, sudado, complacido. Al igual que las casi 30 mil personas que como yo, cumplían uno de sus sueños. La emoción de tener a un Beatle en frente nuestro, dándonos un poco de su excelente arte, es muy difícil de comparar con alguna otra cosa. Una porción de historia musical antes nuestros ojos llorosos, ante nuestro corazón agitado con cada melodía.

Mientras tanto, yo pensaba feliz: toda la vida me trajo hasta acá. Hasta esta noche, hasta el martes 17 de abril de 2012.

Gracias Paul. Gracias por tanta música.

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