Toda la vida me trajo hasta acá.
Tal vez porque mi mamá me tarareaba las canciones cuando yo
era un bebé fue que ellas se fueron impregnando en mi mente.
O cuando con 7 u 8 años más o menos me encontré con
Anthology, ese genial disco doble lleno de fotos de los inicios de la banda,
con muchas canciones un poco difíciles de escuchar a esa edad.
O fue cuando con 9 años mi examen para pasar Música en el
colegio consistió en tocar Yellow Submarine con la flauta.
O en esa adolescencia que, volcado a escuchar estilos
diferentes y bandas diferentes, los dejé un poco de lado. Aunque ellos nunca me
dejaron de lado a mí. Porque si no hubiesen existido, la mayoría de las bandas
que me gustan tampoco habrían existido.
O habrá sido cuando queriendo volver a las raíces de toda
esa música, me muní de toda su discografía, volviendo a escuchar sus increíbles
canciones, conociendo otras. Acomodando cada una de ellas en mi memoria, en un
sector del cerebro donde nunca van a desaparecer.
Recuerdo la desazón emocional cuando uno de esos mágicos
músicos tocó en Argentina hace un tiempo y yo no pude ir. Pensar que nunca más
tendría la oportunidad de disfrutar esas canciones que marcaron mi vida en
vivo, interpretadas por uno de ellos.
Pero al final de todo, ahí estaba él. Feliz, sudado,
complacido. Al igual que las casi 30 mil personas que como yo, cumplían uno de
sus sueños. La emoción de tener a un Beatle en frente nuestro, dándonos un poco
de su excelente arte, es muy difícil de comparar con alguna otra cosa. Una
porción de historia musical antes nuestros ojos llorosos, ante nuestro corazón
agitado con cada melodía.
Mientras tanto, yo pensaba feliz: toda la vida me trajo
hasta acá. Hasta esta noche, hasta el martes 17 de abril de 2012.
Gracias Paul. Gracias por tanta música.